Continuando con mi labor de rescatar objetos del pasado, hoy voy a mostraros una placa, que podría estar de actualidad debido al concepto tan en boga de "memoria histórica". Es una placa que fotografié en un edificio situado en la muralla de Briones (La Rioja), construido aprovechando lo que parecía un torreón de esa muralla, que tiene viviendas y otros edificios adosados. Por el sonido que se escuchaba, proveniente de su interior, a través de unas ventanas, aquello debía ser un depósito regulador del servicio de aguas potables o parte de la misma potabilizadora. No había otro letrero, que recuerde, por eso supongo esta finalidad. La placa, junto al yugo y las flechas de la Falange (emblema tomado de los Reyes Católicos), dice así: "INAUGURADO EN 1964, A LOS XXV AÑOS DE PAZ DE ESPAÑA".
En ese año el régimen de Franco lanzó una campaña de propaganda, celebrando los 25 años de la fin de la guerra civil. Esa campaña la impulsó Manuel Fraga, Ministro de Información y Turismo de la época. Se pretendió dar un lavado de cara al régimen, dejando a un lado el discurso guerrero, fascista, y paramilitar en lo institucional, para conseguir el apoyo de la comunidad internacional. Además de aprovecharse de los avances económicos que empezaban a sacar a España de la postración y el retroceso en todos los aspectos que trajo la guerra. Los planes de desarrollo, impulsados por los llamados tecnócratas (muchos no falangistas, sino conservadores del Opus Dei), daban sus frutos y la labor no solo de reconstrucción, sino de impulso económico, se empezaba a notar, aumentando el nivel de vida de los españoles. Uno de esos avances fue la introducción del agua corriente potable, en las viviendas, y el impulso de las obras públicas, como los famosos pantanos que inauguraba el dictador, con todos los elementos propagandísticos que pudo usar (el NO-DO, o la recién estrenada televisión). Y, como no, dejaban constancia en sus obras, para la posteridad. Como es el caso de la placa que comento.
Veinticinco años de paz, dice. Veinticinco años de dictadura férrea que impidió cualquier tipo de cuestionamiento, de debate, de libertad en lo político, la participación de los vencidos o de quienes no comulgasen con al doctrina y las órdenes de los vencedores. Por eso, aunque permanezca la placa, ésta está casi oculta, machacada, medio borrada por el paso del tiempo y los embates de quienes no aceptaron el estado de cosas impuesto por la fuerza. Olvidada y medio escondida en la piedra, apedreada por quienes sufrieron los actos de los que la colocaron, y, seguro también, por los vándalos que consideran lo que está en la calle como un objeto de desahogo de frustraciones y diana de su mala educación. Un vago recuerdo del pasado.