Causan indignación, vergüenza y asco las deportaciones de gitanos rumanos y búlgaros que está realizando Francia, antes patria de los derechos humanos, de las libertades, aquella nación que hizo una revolución para acabar con el antiguo régimen, con el absolutismo y la tiranía. Libertad, igualdad, fraternidad, términos que son papel mojado, gracias a la política de Sarkozy. Un personaje que se ganó la fama como un duro ministro del interior, aplicando la fuerza contra los inmigrantes, copiando el discurso del ultra Le Pen, para quitarle sus votos extremistas, y duro también hasta con sus propios compañeros de partido.
Entiendo que Zapatero quiera evitar problemas diplomáticos con Francia, por las declaraciones de Reding, la vicepresidenta de la Comisión Europea. Pero otros no tenemos "obligaciones internacionales", por eso podemos hablar claro. Sin duda, la Francia democrática actual no es la del régimen del mariscal Petain. Eso no quita que recordemos democracias que son o fueron racistas y, por tanto, condenadas internacionalmente, como fue el caso del régimen del apartheid sudafricano, muy democrático para los blancos, pero discriminatorio y atentatorio contra los derechos humanos de los miembros de otras razas, principalmente los negros.
Hemos de recordar que la política racista del régimen nazi alemán, del que era vasallo el "estado títere" de Vichy, empezó a aplicarse con la reclusión en barrios (guetos), luego las deportaciones y más tarde los campos de concentración...llegando a la "solución final" (eufemismo que recuerda a la erradicación de una plaga) en el último momento (campos de exterminio). No digo que eso se vaya a producir en Francia, pero el amparo y fomento de la xenofobia y el racismo hacen temer lo peor. La violencia ha sembrado de terror muchos barrios de inmigrantes en el país galo. Y no creo que debamos quedarnos de brazos cruzados esperando que esto no vaya a más. Por eso es necesario ese expediente de investigación que ha incoado la Unión Europea, pues, sean los motivos que sean los que impulsan esta política de deportaciones, es un claro atentado a la normativa de libre circulación y establecimiento por todo el territorio de la Unión de cualquier ciudadano de todos los estados miembros.

Una pena la reacción de los estados europeos, poniendo paños calientes en este asunto, desviando la atención. Si alguien quería protestar por la comparación con el nazismo, que hubiesen dicho algo sobre las palabras de Benedicto XVI en Gran Bretaña, cuando ha relacionado ateísmo con nazismo. Que alguien que perteneció al ejército nazi alemán en su juventud, quiera arrimar el ascua a su sardina religiosa atacando a los que no creen en su fe, de esta manera tan manipuladora y embustera (los nazis no eran ateos, sino adoradores de los antiguos dioses germanos), sí que debería haber sido condenado. Pero como es otro jefe de estado, el de la última monarquía absoluta europea, no se dice nada. Y encima pronto le tendremos que pagar con nuestros impuestos su viaje a nuestro país.