Juan José Güemes fue Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid con Esperanza Aguirre (esa "abogada de presos políticos" que ya ha conseguido sacar de la cárcel a su correligionario Carromero) y ahora es un afortunado hombre de negocios. Le viene de familia. El marido de Andrea Fabra tiene suerte, como su suegro, que construye aeropuertos que no funcionan pero que quieren comprar, o que siempre le toca la lotería. Güemes es consejero de una empresa a la que le adjudicó un suculento contrato años atrás, cuando arrecieron ya las privatizaciones sanitarias, y que aspira a nuevas adjudicaciones con las nuevas medidas del gobierno madrileño. Lo dicho, tiene suerte, una fortuna que envidamos los que no somos tan chachipirulis superguay como ellos, los suertudos liberales. ¡Que se jodan! dirá su mujer. ¡Que trabajen en familia!, dirá su suegro. Por eso ellos se enriquecen, nunca se quedan en paro, ni son desahuciados o embargados, ni entran en prisión aunque hundan empresas antes supermillonarias. ¡Que se jodan!, estará pensando él ante las críticas por ese pelotazo que se fraguó hace años, cuando desde la consejería de salud madrileña el mismo Güemes privatizó el servicio de análisis clínicos, que su empresa (casualmente, por supuesto) ahora gestiona y de la que hace negocio. A fin de cuentas, son cosas de familia, y en familia queda todo. La familia que hace negocios unida, permanece unida. ¡Qué primor, que ejemplo de "sagrada familia"! ¿no, Rouco Varela? Esta familia seguro que no corre peligro. Y ahora, de fiestuqui.
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