De pequeño, mi padre nos decía un viejo refrán: "Música, caza y pesquera, a la vejez: piojera". Así que intentó que no nos inclinásemos por la caza ni por la pesca, como deportes. De la música, sin embargo, sí quiso que nos aficionáramos. Él era un gran amante de la zarzuela y tenía una buena colección de discos del mal llamado "género chico". Incluso más de una vez seguía las romanzas, los coros y otros cantos con su voz, algo cascada ya por la edad. Y recordaba sus años mozos de cantos y serenatas entre amigos. Quiso que aprendiésemos a tocar la guitarra española, así que nos apuntó a las clases que daba el "maestro Cerrillo" (un pariente de su primera esposa) en su barbería-peluquería de la Calle Portada. Mi hermano Roberto sí sacó algo de provecho de aquellas lecciones. Yo viví como un verdadero martirio el aprendizaje, sufriendo de lo lindo con las prácticas. Cuando me partí el brazo izquierdo, dejé durante todo un verano las clases de guitarra y luego ya no las reinicié, con no poca satisfacción por mi parte. Así que mi aportaciópn al mundo de la música se redujo desde entonces a la condición de oyente.
La pesca me interesaba, incluso compré alguna vez aparejos para intentar practicarla. Mas no cuajó la tentativa. La caza la he visto como un entretenimiento demasiado caro y propio de señoritos que podían permitirse gastarse grandes cantidades en las monterías que se celebraban y celebran, por ejemplo, en la cercana Sierra de Hornachuelos. Las lecciones de mi padre dieron resultado.
Pero la cetrería, la caza con aves rapaces, es otra cosa. Se parece más a un arte, muy relacionado con la naturaleza y alejado de prácticas más artificiales de capturar animales. Félix Rodríguez de la Fuente fue un gran amante de la cetrería, y de niño disfruté viendo sus documentales dedicados a este tipo de caza. Ni que decir tiene que nunca la he practicado, pues también es difícil y costoso este tipo de deporte, algo muy minoritario.
La cetrería y el adiestramiento de aves rapaces es, además, un espectáculo que atrae a mucha gente. En casi todas las "ferias medievales", que están tan de moda celebrar en muchas ciudades y pueblos, casi siempre hay algún espectáculo con rapaces. No en balde, este tipo de caza se introdujo en España en la Edad Media, ganando predicamento entre la nobleza y la realeza. Los niños, especialmente, disfrutan viendo a las águilas, los halcones o lechuzas, surcar los aires en busca de presas reales o simuladas, a la orden de los cetreros. Las imágenes que expongo son de cuando visitamos en diciembre pasado el Parque de las Ciencias, de Granada, un lugar digno de conocer y disfrutar. Tienen un taller de rapaces, al aire libre, donde ver en vivo el vuelo de estas aves, sus técnicas de caza, sus diferentes especies, su morfología... Una experiencia muy interesante y asequible. Al menos, para algunos, en la vejez no les traerá la piojera.