Había un tema musical en los años ochenta que se titulaba "Los ojos de Bette Davis", de la californiana Kim Carnes. Los ojos de esta estrella de Hollywood eran peculiares, saltones, algo que no cuadraba con el ideal de belleza que nos han transmitido el cine americano. Otros ojos también de aquellos tiempos dorados del cine fueron los de Lauren Bacall. Ojos felinos, que se clavaban en sus compañeros de películas y con los que hipnotizaba al público. Ojos que cautivaron y consiguieron rendir en la vida real a uno de los duros del cine en blanco y negro, Humphrey Bogart. Algo que tuvo su reflejo en películas que compartieron, como Tener y no tener o Cayo Largo. Además, estaba dotada de una elegancia y un porte señorial que ha mantenido hasta su muerte. Vaya semana, una muerte más en el mundo del arte. Aunque se haya ido, no pasa nada. Sabemos que si le silbamos, acudirá. Hasta luego señora Bacall.
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